Último verano en México... probablemente...

Continuando con la crónica de nuestro camino hasta Holanda, les platicaré como nos fue el pasado verano en Huajuapan...

Para mí el verano empezó dos semanas antes de mis vacaciones, cuando en la última semana de clases de mis nenas la chica que las cuidaba decidió dejar de trabajar para nosotros. Si no hubiera sido por mi comadre Edna y por la señora Araceli, se me hubiera complicado muchísimo poder ir a trabajar esos días en los que también las niñas casi no tuvieron clases, pero gracias a Dios ellas me sacaron del apuro a pesar de sus propios compromisos.

José estaba a las carreras tratando de arreglar todas las cuestiones de su salida de licencia de la UTM para dejar todo el inventario y demás listo. Además intentaba tener una demo suficientemente buena de lo que le habían encargado por aquí por que la siguiente semana tendría que presentar algo en persona.

Yo estaba aplicando examenes, apoyando a José, sacando lo mío propio de mis últimos días ahí, intentando acomodar la casa (labor casi imposible sin José a mi lado por que la mayoría de las cosas eran de el y todavía nos quedaban casi dos meses ahí), viendo oportunidades de trabajo en lugares y positions a las que ya nunca podría aplicar y, sobre todo, sintiendo una nostalgia enorme por mi partida de la uni. Si supieran mis alumnos como iba a extrañar aplicarles esos exámenes, elucubrar cosas raras para hacerles la clase lo mas entretenida posible, sus visitas pidiendo asesoría o disculpándose por entregar un trabajo tarde, sus visitas solo por visitarme y contarme sus penas o alegrías...

Esa penúltima semana también titulamos a mi primer y único tesista de Ingeniería en Computación.  Fué un super honor trabajar con ese joven llamado David Soto que seguramente será un gran UXer (ya tenía un gran trabajo en ese momento para el cual yo lo apoyé recomendándolo). Además el proyecto en el que trabajamos siempre había sido un sueño para mí y el lo llamó "Numeritos": un software educativo que probamos en la escuela de Yuyu y que, además, está en uso.

El viernes de esa semana llegaron mis papás desde Hermosillo y un par de horas después se vino José de viaje hasta acá (dato curioso: con toda la corredera se le olvidó traer suéter y, oh sacrificio!, se tuvo que comprar otro a pesar de que era verano jajajajaja, aunque la idea de comprarse un sarape en el aeropuerto no estaba nada mal).

La siguiente semana fué mi última semana completa de trabajo, las niñas de vacaciones y mis papás con ellas en casa, aunque me aseguré de que les dieran un respiro llendo varios días con su psicóloga, maestra y buena amiga Gary que nos apoyó muchísimo en toda esta transición.

También acostumbrarme a tenerlos en casa fué complicado, todo un mes... Pero agradezco a Dios esa oportunidad por que no sé hasta cuando los vuelva a ver y mis nenas los disfrutaron mil. Quién iba a decir que mi mamá viajó con una vértebra fracturada y por eso le dolía tanto la espalda?

La comunicación con José era constante pero nunca suficiente, ya saben como es eso de tener lejos a alguien con quien estás acostumbrada a convivir a diario, nunca es fácil. Pero parecía estarle llendo bien, le encantó conocer a sus colegas, se adaptó rápido al horario a pesar de que, como es costumbre, se enfermó del estómago (ya no sé si por goloso o por los nervios) y disfrutó de mucha luz solar hasta las 11 de la noche todos los días. Lo único que trastocó todo fué su decisión de que, en lugar de irnos en octubre nos fuéramos 15 días antes y, lo peor, no le firmaron el contrato permanente si no por un año. 😞

Las vacaciones de verano se pasaron entre salidas con mis papás, la maravillosa visita de la tía Amelia y las primas Andrea y Ruth que nos aguantaron un lindo temblorcito, la como siempre encantadora y divertida reunión familiar de los Martínez con la invaluable y la siempre bienvenida visita de mi suegra y luego también de mi cuñado Reyes que aprovechó para adquirir conocimientos de los masajes energéticos tradicionales de la región.

Aaaa y no puedo dejar de mencionar la maravillosa despedida que nos dió Huajuapan con el robo de nuestra casa. José perdió todas sus herramientas y navajas tan queridas y yo mis joyas familiares que de por sí eran pocas y mi computadora del trabajo. Y ni como reportarlo, por que procesar esas cosas tarda meses, casi nunca encuentran a los culpables y luego nos llaman a declarar y si no nos presentamos no meten demanda. Así que dimos todo por perdido.

Los últimos dos o tres días en la universidad fueron tristes y tensos. Fué triste sacar casi 7 años de un cubículo y, literalmente, tirarlos a la basura. Ese cubo se había vuelto mi segunda casa. Además tener que comprar una computadora nueva para que terminaran quedándosela una bola de ratas (sin mencionar nombres, pero más que conocido quiénes son) por que ni siquiera me dejaron dejársela a alguien de mi confianza para que me la pasara cuando regresara (como es la costumbre). Fué una mezcla de nostalgia, frustración y enojo. Hubo muestras de cariño, pero también de indiferencia, aunque prefiero quedarme con aquellas muestras de solidaridad, incluso de quiénes menos me lo esperaba.

Un día después se regresaron mis papás y mi suegra a Hermosillo y, a partir de ahí, la odisea de la mudanza. Pero esa es otra historia.



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