"Descansa en el Señor, y espera en él" (Salmos 37:7)

Cierta noche, cuando un embajador y su camarero fueron obligados a dormir en el mismo cuarto de un hotel, el camarero notó que su señor se viraba de un lado para otro de la cama sin parar. "¿Señor, qué lo está preocupando? " él preguntó. "OH, tengo tantas cosas en mi mente. El fardo de mi responsabilidad es duro de aguantar". "perdóneme, señor, pero ¿cree que Dios está gobernando el mundo ahora?" "Desde luego". "¿Y el señor cree que Él continuará gobernando el
mundo mismo después de su muerte?" "Sin ninguna duda ". "Entonces, ¿por qué no deja que Él haga eso durante su vida aquí?" El embajador comprendió lo que el camarero dijo y luego se adormeció hondamente.

Cuanto sueño perdemos simplemente porque no aprendemos a descansar en el Señor. Pasamos noches en claro, reviramonos de un lado para el otro, dejamos la angustia albergarse en nuestro corazón y, todo eso ¿para que? Muchas veces, ¡para nada! Sufrimos por anticipación, murmuramos desnecessariamente, y acabamos concluyendo que el Señor siempre estuvo a nuestro lado para bendecir y para darnos Su paz.

Dios prometió en Su Palabra que estaría con nosotros siempre. Dijo que cuidaría a nosotros, que dirigiría nuestros pasos, que supliría nuestras necesidades, que nos haría siempre más que victoriosos. ¿Y por qué dudamos? ¿por qué sufrimos sin más ni más? ¿por qué no entregamos nuestra vida a Él y descansamos?

Cuando nuestra fe es genuina y pasamos a confiar enteramente en nuestro Señor y Salvador Jesucristo, las aflicciones corren en disparada, la ansiedad arregla las maletas y marcha para lejos, la inquietud desaparece de nuestra frente y las incertidumbres siquiera se aproximan. Y, lo mejor de todo, descansamos tranquilamente en los brazos de nuestro Padre, ciertos de que Sus ángeles estarán siempre a nuestro rededor para nos asistir en todas las ocasiones.

¿Está sintiendo el cansancio de las fardería de este mundo? entréguelo a Cristo y descanse.